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¡Platenses, no renunciemos a volar!

23 de abril de 2019

Mucho se habla en la ciudad de La Plata de cambiar la matriz económica productiva platense, de dejar de ser dependientes de la administración pública como proveedora de empleo y empezar a explorar otras vías. Para emprender ese camino, es necesario generar condiciones de infraestructura que faciliten el desarrollo de nuevos negocios y alternativas laborales.

Dentro de ese marco, encontramos a La Plata como la única capital de una provincia argentina que no tiene su aeropuerto en actividad.  Pienso que no somos conscientes del potencial que estamos perdiendo por no poner entre las prioridades de gestión este tema. Un aeropuerto en cualquier lugar del mundo es sinónimo de desarrollo.

No escribo esto por un simple gusto personal -que lo tengo- ni por el planteo que hizo el arzobispo platense recientemente sobre este tema.  Lo escribo porque pienso que es algo que puede acompañar el desarrollo regional en varios aspectos.

Una ciudad que alberga a más de 60.000 estudiantes de otras ciudades, provincias y países.  Sede de una de las universidades más importantes del país, indiscutible polo de docencia e investigación. También aquí se asientan las cabeceras de casi treinta colegios profesionales que regulan el ejercicio profesional de miles de matriculados, enrolados a su vez en federaciones nacionales con las cuales interactúan permanentemente.

Todo este combo académico, cultural, administrativo y profesional sumado a la ola de las aerolíneas low cost  y la realidad del funcionamiento del mundo actual hacen imperiosa esta necesidad de infraestructura.

Hace poco, una de las empresas que está pidiendo rutas aéreas para volar desde suelo platense dijo que se podía hacer cargo de las obras necesarias para poner en valor en aeropuerto. Aquí nos enfrentamos a una disyuntiva – no menor - acerca de su localización.

Tal vez la demanda local sea insuficiente para el aeropuerto y haya que facilitar la llegada de pasajeros tanto de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires como del Conurbano sur.

Es posible que para esos viajeros sea más accesible que el aeropuerto esté localizado en la entrada de la ciudad, cerca de la bajada de la autopista.  Esta opción tendrá un costo mayor, pero no es una alternativa a descartar.

Si se optase por mantener la ubicación actual contaría con la ventaja de un predio que cuadruplica a Aeroparque y que -a diferencia de los aeropuertos de San Fernando y Palomar- tiene dos pistas: una podría utilizarse para aterrizaje y otra para rodaje o transporte de carga, aprovechando la ventaja comparativa de la cercanía del puerto. Sin embargo, habría que evitar el síndrome del Puerto de La Plata.  En el año 2012 se inauguró el puerto y está inactivo porque aún no se terminaron las necesarias vías terrestres de acceso.

Hay tres obras viales en curso y una nueva que podrían acompañar las obras de infraestructura aeroportuarias para facilitar la llegada masiva de pasajeros. Habría que terminar los tres kilómetros que faltan de la Autopista La Plata – Buenos Aires y generar un by pass hasta la avenida 90.  Algo similar habría que hacer con la siempre postergada ruta 6 y con la autopista Presidente Perón. 

Por último, habría que ensanchar la ya desbordada avenida 7 en el tramo que va desde 72 hasta el Aeropuerto.  Esta obra además sería de un profundo impacto social dado que ayudaría a la mejor integración de los habitantes de la zona sur, la de mayor crecimiento demográfico en la periferia platense.

Es misión de todos los que discutimos las políticas públicas de esta ciudad poner sobre la mesa el tratamiento de este tema. Tenemos que convencernos de que podemos volar. No renunciemos a ese sueño y lo veremos cada día más cerca.

Ojalá seamos la generación que pueda decirle a nuestra ciudad aquello que canta Andrés Calamaro: “Sé que te quiero y que me esperan más aeropuertos”.

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